martes, 1 de junio de 2010
Esto No Es Un Borrador (Son 730 Tonos)
Te Amo. Son sólo cinco, son dos y un espacio es la constante de la historia. Es el instante del comienzo de un camino sin final. Te lo digo con la misma sencillez que se muestran sus letras una detrás de otra, y con el mismo pretencionismo con que se escriben. Incluso, mujer, lo podría decir de frente y hablarlo a tu espalda. Es tan simple como mirar de nuevo tu rostro regresar hacia mí, en el segundo justo del reconocimiento auditivo de las notas permantentes en aquel lugar, en donde por primera vez, te dije 'Hola'. O como aquella escena que miré junto a ti, mujer, ésa, en un lugar guardado para la ocación, ésa, que nos regaló la caida de una madura y atinada hoja, que tuvo a bien perder el último hito de vida que le quedaba para entrar en una sincronía perfecta con el astro nocturno, con el azar del cielo y, por qué no decirlo, con el pequeño que fielmente nos brindó la sonata en, ésa, escena que se guardó para la ocación. Y Chronos nos podría regalar un poco más atrás, ayudando a recordar un día de junio, al parecer, en el que escuché el tono perfecto, en el espacio perfecto, ése espacio que ya venía apareciendo en mí sin avisar. Me perturbó tanto parecido. Me perturbo la primera vez que logré que ése espacio me rodeara. Sin embargo la historia de tu llegada la sabes de sobra, por ello, te daré una explicación con respecto a las noches que pasas conmigo, a los días que me acompañas por horas, por las mañanas que retiras tu silueta, tal vez también, deba de rendir cuentas de todas las conversaciones que he tenido contigo sin que te enteres, o de por qué eres gustosa de borrarte de golpe de mis recuerdos, y volver así, todos los días de ése junio mudo. Sin embargo debes de saber algo; que las palabras mágicas no las tuve, ni las tengo, y tal vez, no las tendré yo. Me gustaría escuchar, mujer, la respuesta a la tercera incógnita, pero en vano será, si el sonido que viajará hasta mí, amedrenterá los tonos de poca certidumbre en su destino. Sera allí, cuando todo dentro de mí converga y no quede otra solución que la expansión inapropiada de aquellos tonos, o sentiemientos, como usted los quiera llamar. Es aquí, en donde dejo la máscara de la metáfora que tanto me funciona, y me protege, para decirte, tajantemente, que hay mañanas que despierto harto del sueño y desearía ya no amarte como yo lo hago, y por qué no, hacerlo como tú lo haces. O bien, aceptar, sin tapujos, que he confirmado que estoy, como gustan llamarlo, 'enamorado' de ti, pero eso, mujer, eso es un secreto.
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